
Hace varios años, Elizabeth Kübler-Ross escribió un libro titulado “Sobre la Muerte y los Moribundos”. El libro identifica cinco etapas por las que pasa un moribundo cuando se le dice que tiene una enfermedad terminal. Estas etapas son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Durante muchos años, en ausencia de cualquier otro material de ayuda, gente bien intencionada asignó de manera incorrecta las mismas etapas al dolor que sigue a la muerte o a la pérdida. A pesar de que un doliente puede experimentar algunos o todos los sentimientos de esas etapas, estas no son bases correctas o útiles para hacer frente a los sentimientos contradictorios causados por pérdidas.
Dudamos en nombrar etapas de dolor. Es nuestra experiencia que cuando se dan ideas sobre cómo responder, los dolientes acomodan sus sentimientos a las ideas que se les presentan. Después de todo, un doliente a menudo está en una condición muy sugestionable: aturdido, adormecido, caminando como por arenas movedizas. A menudo se sugiere a los dolientes que están en negación. En todos nuestros años de experiencia, trabajando con decenas de miles de dolientes, rara vez hemos conocido a alguien en negación porque haya ocurrido una pérdida. Ellos dicen: «Desde que murió mi madre, he tenido un tiempo difícil.» No hay negación en ese comentario. Hay un reconocimiento muy claro que ha habido una muerte. Si partimos de una premisa incorrecta, probablemente vamos a terminar muy lejos de la verdad.
¿Qué pasa con la ira? A menudo, cuando ocurre una muerte no hay ira en absoluto. Por ejemplo, mi anciana abuela, con quien tuve una relación maravillosa se enfermó y murió. Gracias a Dios, todo sucedió muy rápidamente, así que ella no sufrió mucho. Me alegra eso. Afortunadamente, yo acababa de pasar algún tiempo con ella y rememoramos y nos dijimos lo mucho que nos cuidamos el uno al otro. Estoy muy feliz por eso. Hubo una ceremonia fúnebre en su memoria que recreó una imagen realmente muy precisa de ella, y mucha gente vino a hablar acerca de ella. Me encantó eso. En el funeral, un amigo muy amable me recordó decirle las últimas cosas y luego decirle adiós, y así lo hice, y me alegro. Me he dado cuenta que de vez en cuando estoy triste cuando pienso en ella o cuando me acuerdo de ella. Y me doy cuenta, sobre todo durante las fiestas, que la echo de menos. Y soy consciente de que tengo este recuerdo maravilloso de mi relación con esta increíble mujer que era mi abuela, y yo la echo de menos. Y, no estoy enojado.
A pesar de que es una historia real acerca de la abuela, podría ser una historia diferente y crear sensaciones diferentes. Si no hubiera sido capaz de ir a verla y hablar con ella antes de morir, yo podría haber estado enojado por las circunstancias que lo impidieron. Si ella y yo no nos hubiéramos llevado muy bien, yo podría haber estado enojado porque ella murió antes de que tuviéramos la oportunidad de reparar cualquier daño. Si esas cosas hubieran sido ciertas, definitivamente tendría que incluir el sentimiento de ira que acompañaría a la comunicación de cualquier asunto emocional pendiente, para que yo pudiera decirle adiós.
El duelo no resuelto casi siempre tiene que ver con comunicaciones de naturaleza emocional, que no se han transmitido. Hay toda una gama de sentimientos que pueden asociarse a esas cosas no dichas. La felicidad, la tristeza, el amor, el miedo, la ira, el alivio y la compasión son sólo algunos de los sentimientos que un doliente puede experimentar. No es necesario clasificar, analizar o explicar esos sentimientos. Necesitamos aprender a comunicarlos y luego, decir adiós a la relación que ha terminado.
Lo más importante es entender que no hay absolutos. No hay etapas definitivas o tiempos para el duelo. Generalmente ayuda agregar un valor emocional a las comunicaciones no transmitidas que lo mantienen incompleto. Los sentimientos agregados no tienen que ser histriónicos o dramáticos, ni siquiera se requieren lágrimas. Simplemente tiene que ser sentido, sincero y honesto.
El duelo es la reacción normal y natural a la pérdida. El dolor es emocional, no intelectual. En lugar de definir etapas del duelo que podrían fácilmente confundir a un doliente, preferimos ayudar a cada doliente a encontrar su propia y verdadera expresión de los pensamientos y sentimientos que pueden ser los que mantienen al participar en sus propias vidas. Todos traemos diferentes y variadas creencias a las pérdidas que se producen en nuestras vidas, por lo que cada uno percibe y siente de distinta manera cada pérdida.
PREGUNTA: ¿Hay algo de confusión entre la rabia y el miedo en relación con el Método de Recuperación de la Pena Emocional?
RESPUESTA: Una respuesta primaria a la pérdida es la sensación de miedo. «¿Cómo voy a vivir sin él / ella?» La ira es una de las formas más comunes de expresión del miedo. Nuestra sociedad nos ha enseñado a tenerle miedo a nuestros sentimientos de tristeza, y además nos ha enseñado a tener miedo de sentir miedo. Estamos más dispuestos a decir «estoy enojado”, en vez de decir, “daba miedo”. «Es posible crear una ilusión de terminación enfocándose en la expresión de la ira. Por lo general, la ira no es el único sentimiento sin transmitir en relación con duelos no resueltos.
Mayo 1, 1993 por Russell Friedman