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Niños y duelo

Escrito el 20 de febrero de 2017 por Stephen Moeller, Grief Recovery Specialist

La gran mayoría de los padres hacen todo lo posible por brindar a sus hijos la mejor información y herramientas para darles la oportunidad de una vida exitosa. Ellos son, en cierto sentido, un lienzo en blanco. En ese lienzo, pintamos nuestros sueños y expectativas de un futuro brillante y prometedor. Tratamos de asegurarnos de transmitir toda la información útil que aprendimos cuando éramos niños. Al mismo tiempo, tratamos de aprender de cualquiera de los errores que cometieron nuestros padres y no repetir esos mismos errores con nuestros hijos. La mayoría de las veces estos errores no fueron intencionales, pero es posible que hayamos descubierto que ciertas cosas que nos enseñaron no fueron tan útiles como nos hubiera gustado, por lo que intentamos seriamente evitar transmitírselas a nuestros hijos.

La mayoría de nosotros nunca pensó seriamente en cómo nuestros hijos aprenden y desarrollan habilidades de supervivencia y patrones de comportamiento. Sorprendentemente, los niños aprenderán el 75% de las herramientas y conceptos básicos que utilizarán a lo largo de su vida a la edad de tres años. Incluso antes de que hayan desarrollado habilidades de comunicación avanzadas, han aprendido estas cosas observando lo que hacen quienes los rodean y escuchando cómo lidian con los problemas cotidianos. Los niños aprenden un 20% adicional de estas habilidades, que definirán cómo se enfrentan a los problemas cotidianos, en los próximos 10 a 12 años. Como resultado, el 95% de su poder de decisión se establece a la edad de 15 años. Este no es un descubrimiento reciente, pero ciertamente no uno del que muchos padres estén al tanto. Nuestros hijos modelan nuestros patrones de comportamiento, incluso cuando no esperamos que estén prestando atención.

Una manera fácil de ver esto es cuando tus hijos dicen cosas que consideras inapropiadas. A veces, puedes escuchar a tu niño hacer un comentario crítico de otro, que tú consideras inapropiado, solo para descubrir que está repitiendo algo que dijiste. Es posible que hayas escuchado a tu hijo decir algo que consideras «lenguaje adulto» y que te haya sorprendido que esas palabras salieran de la boca de tu hijo. Cuando preguntas al respecto, a menudo dicen: «¡pero tú dijiste eso!»

La mente de un niño es como una esponja y absorbe todo con lo que entra en contacto. Nuestros hijos no solo escuchan lo que decimos, sino que también escuchan de los demás y a través de la televisión, los videojuegos y todo lo que les rodea. Parte de nuestro trabajo como padres es tratar de actuar como un filtro y corregir cualquier información errónea que estén absorbiendo antes de que se convierta en una parte establecida de su sistema de creencias.

Desafortunadamente, sin embargo, es probable que también se transmita cualquier información errónea que hayamos aprendido y establecido en nuestro propio sistema de creencias, mientras crecíamos. Esto es particularmente cierto cuando se trata de cómo lidiar con éxito con las pérdidas en nuestras vidas.

¿Cómo aprendimos a sobrellevar el duelo?

Tómate un momento y trata de recordar cómo aprendiste a sobrellevar el duelo cuando eras niño. ¿Algún padre o adulto de confianza te sentó en sus rodillas y trató de explicarte cómo lidiar con el dolor emocional de un juguete roto o perdido, o el del amigo que te tiró al suelo mientras jugabas? Con toda seguridad, probablemente ni siquiera se pensó en esto como un posible problema de duelo. La mayoría de las personas equiparan el duelo con la muerte, pero no se dan cuenta de que cada cambio que tenemos en la vida tiene elementos de duelo adjuntos. El duelo es la respuesta normal y natural al cambio de cualquier tipo. Es parte de ser humano.

Cuando de niño te encontraste con una experiencia de este tipo, es probable que los adultos a tu alrededor te dieran una variedad de razones lógicas por las que deberías dejar de sentirte triste. Ahora pregúntate si estas razones intelectuales realmente te hicieron sentir mejor. Lo más probable es que no lo hayan hecho, pero trataste de poner cara de valiente, porque estabas tratando de seguir las instrucciones de alguien en quien confiabas. Lo que estabas haciendo era reprimir y enterrar tus sentimientos, porque esa era tu percepción de lo que pensabas que se suponía que debías hacer en esa situación. Sin siquiera darte cuenta, estabas estableciendo el primer patrón de comportamiento, que usarías por el resto de tu vida, al enfrentar pérdidas de cualquier tipo. El mensaje subyacente era que podías usar la lógica para lidiar con tus emociones y que la mejor manera de lidiar con las emociones tristes era ¡enterrarlas!

¡El duelo es emocional!

No importa cómo intentes usar la razón para lidiar con el dolor emocional del duelo, ese duelo aún existe. Puedes convencerte de que el dolor emocional es relativamente insignificante, pero el hecho de que realmente lo sientas muestra cuán significativo fue ese dolor en el momento en que ocurrió.

¿Cómo intentan los padres ayudar a sus hijos a “sentirse mejor”?

Cuando vemos que nuestros hijos están molestos por algo, es natural querer que se sientan mejor. Tratar de minimizar ese dolor con razones por las que no deberían sentirse mal, puede darnos la sensación de que se sienten mejor cuando las lágrimas dejan de fluir, pero en realidad no los está ayudando a aprender cómo lidiar con el dolor en sus vidas de manera efectiva. Tampoco cuando se les ofrece una golosina si dejan de llorar. Esto simplemente les sugiere que hay recompensas por ocultar sus sentimientos. Los médicos solían dar regularmente a los niños una colombina como recompensa por recibir una inyección. Si te pasó esto, ¿te dolió menos ese chuzón? Probablemente no, pero comenzaste a equiparar el dulce como una forma positiva de lidiar con los sentimientos que estabas enterrando en tu interior.

La razón por la que dedicamos todo este tiempo a recordarte posibles experiencias de la infancia es para identificar cómo aprendiste tus primeras prácticas para lidiar con la pérdida. Si ahora estás comenzando a recordar el poco valor que estas cosas realmente tenían para lidiar con los sentimientos que experimentaste, estarás en una mejor posición para ver que estas pueden no ser las mejores herramientas para transmitirle a tus hijos.

Si bien en general somos muy buenos para aceptar la felicidad de nuestros hijos, la mayoría de nosotros, sin siquiera darnos cuenta, enviamos mensajes a nuestros hijos con regularidad de que los sentimientos de tristeza o infelicidad son inaceptables. Les decimos cosas como:

¡Las niñas y los niños grandes no lloran!

¡Si vas a llorar, ve a tu habitación!

¡Necesitas un tiempo fuera! Sal a jugar

¡No seas un bebé llorón!

Ríe, y el mundo reirá contigo; ¡llora y llorarás solo! (Esta era la expresión favorita de mi madre cuando estaba triste).

Entonces, ¿cómo podemos realmente ayudarlos a lidiar con eventos tristes?

Obviamente, no queremos que nuestros hijos estén tristes. Ninguno de nosotros quiere que nuestros hijos se pasen la vida llorando. Sin embargo, hay mejores herramientas que podemos ofrecerles para lidiar con los sentimientos de tristeza e infelicidad.

En lugar de darles razones por las que no deben llorar, debemos ofrecerles la oportunidad de usar palabras para expresar sus sentimientos.

¿Cómo hacemos esto? Si le preguntas qué le pasa, ¡es posible que te lo diga! También es posible, si tienes en tu historia el haberle dado razones lógicas para no llorar, que te diga “nada”. Eso no significa que sea demasiado tarde para hacer un cambio. Simplemente significa que necesitas probar un enfoque diferente.

La mejor manera de lograr que compartan sus sentimientos es recordar que, como adulto, es posible que tú debas ir primero. Es posible que debas relatarle una experiencia similar que hayas tenido cuando eras niño para que se sientan seguros para compartir sus sentimientos.

Por ejemplo, si el juguete favorito de tu hijo se rompió y él o ella está llorando o mostrando emociones tristes o de infelicidad, puedes decirle lo triste que te sentiste cuando perdiste tu juguete favorito. Luego, siguiendo este breve recuerdo pídele que hable sobre sus sentimientos relacionados con su pérdida. Al hacer esto, les has hecho saber que los sentimientos de pérdida emocional son normales y que realmente te interesas por sus sentimientos. Si se les da la oportunidad de expresar este dolor, les permites dar rienda suelta a sus sentimientos, en lugar de simplemente enterrarlos.

Otro ejemplo se trató en un artículo anterior sobre cómo ayudar a los niños a lidiar con la pérdida de una mascota. En lugar de lidiar con esa pérdida emocionalmente dolorosa simplemente comprándoles una nueva mascota, primero debes sentarte con tu hijo y dejar que exprese su dolor emocional por esta pérdida. Puedes ayudarlo a hacer esto compartiendo tu recuerdo de cómo te sentiste acerca de perder una mascota cuando eras más joven. Podrías hablar sobre las cosas que desearías haberle dicho a tu mascota y las cosas que desearías poder haber hecho de manera diferente con esa mascota cuando estaba viva. En este momento ya has preparado el escenario para que “completan” su relación con su mascota, para que puedan despedirse del dolor que están sintiendo. Una vez más, simplemente estamos sugiriendo que tomes las medidas que desearías que tus padres hubieran tomado contigo cuando estabas en esa situación. (¡Si tuviste suerte, tus padres tomaron esas medidas, en cuyo caso simplemente necesitas hacer por tu hijo lo que tus padres hicieron por tí!) Al hacer esto, has proporcionado un mecanismo para que tu hijo comparta sus sentimientos, en lugar de que los entierre.

El duelo es acumulativo

Lo que mucha gente no sabe es que el duelo es acumulativo. Cada pérdida que se guarda interiormente, en lugar de permitir que se exprese, se queda dentro. Con cada pérdida que no se expresa y libera, los niños (y los adultos) se suma a ese ya creciente escondite de dolor interiorizado. Cuanto más dolor se acumula y almacena, menos espacio hay para la alegría. Cuando esa tetera interna de dolor se llena hasta el borde, ¡puede reventar! Es entonces cuando vemos a los niños (y adultos) arremeter contra la menor provocación. Simplemente ofreciendo a nuestros hijos la oportunidad de expresar y compartir su dolor emocional, podemos evitar que llegue a esta etapa.

Al establecer este patrón de liberación a una edad temprana, les estamos dando a nuestros hijos mejores herramientas para lidiar con pérdidas aún mayores en la vida.

Hasta ahora, hemos hablado de lo que nosotros, como adultos, podríamos clasificar como “problemas de duelo menor”. Si bien estos pueden parecer problemas enormes para nuestros hijos, sabemos en nuestro corazón que enfrentarán problemas más grandes en el futuro.

Una vez más, te vamos a pedir que vuelvas a traer a tu memoria a ese primer niño o niña del que te enamoraste por primera vez en la infancia. Recuerdo cuando la primera niña que pensé que «amaba» en la escuela primaria me dejó por otro niño que pensó que era más lindo que yo. Cuando mi madre vio lo triste que estaba, me dijo que “¡había muchos peces en el mar!”. Para mí, ella era difícilmente un pez y nunca pensé que lo superaría. Si, en cambio, hubiera compartido lo doloroso que fue cuando esto le sucedió y me hubiera invitado a expresarle mis sentimientos, en lugar de minimizarlos, me habría recuperado mucho antes. También habría disminuido el temor de que la próxima chica que me gustara eventualmente también me dejaría. Si establecemos un patrón de comportamiento, a una edad temprana, de llevar todo el equipaje de las relaciones pasadas a las futuras, en lugar de tener un mecanismo para liberarlo, a menudo condenamos esas relaciones antes de que tengan la oportunidad de comenzar.

Cuando pasamos a pérdidas emocionales potencialmente aún más impactantes, como la muerte de un abuelo u otro familiar o amigo, la necesidad de que tu hijo tenga herramientas útiles para la liberación emocional se vuelve aún más importante. Como adulto, debes hacer que esta liberación sea posible y segura para tu hijo. Puedes pensar que tienes que “ser fuerte” por tu hijo. Si no les permites ver y comprender el impacto emocional que esta pérdida, o una similar, tuvo en ti, no tendrán las herramientas para superar esta experiencia de manera efectiva. Esto significa que debes sentarte con ellos y compartir el impacto que esta pérdida (o una similar) tuvo en tu vida. Esto no significa que tengas que entrar en detalles gráficos, pero debes compartir lo suficiente para que sea seguro para ellos expresar sus sentimientos también. En este caso, debes preguntarle si hay cosas que desearías haberle dicho a esta persona o cosas que desearías haber hecho con ella. Permitirles que pongan voz a estos sentimientos liberará parte de ese dolor emocional, en lugar de alentarlos a ocultar esos sentimientos y “ser fuertes” también. Su fuerza vendrá de la liberación emocional que tú le facilites.

Un punto clave para recordar

Cuando invites a tus hijos a compartir sus sentimientos, debes hacerlo sin análisis, críticas ni juicios. Es posible que sientas la tentación de recurrir a ofrecerle razones lógicas e intelectuales por las que no debería sentirse mal. ¡No hagas esto! Permíteles expresar su dolor y luego invítalos a compartir sus recuerdos gratos. Una vez más, esto los ayudará de mejor manera a superar la pérdida, en lugar de internalizar sus sentimientos.

Algunos niños, sin darse cuenta, asumen sentimientos de responsabilidad personal por una pérdida. Conozco a un niño que estaba seguro de haber hecho morir a su padre. Había visto gente en limusinas y deseaba poder viajar en una. Cuando su padre murió en un accidente, su deseo se hizo realidad, al viajar en una limusina fúnebre y se convenció de que de alguna manera él era el responsable de la muerte de su padre. Si alguien se hubiera sentado y le hubiera permitido expresar sus sentimientos y temores de una manera segura y afectuosa, esto podría haberse corregido en ese momento, en lugar de agobiarlo durante toda su infancia.

Algunos comentarios finales y una herramienta para ayudarte.

La mayoría de los padres hacen un trabajo increíble al darles a sus hijos las herramientas que necesitan para tener éxito en la vida. Cuando lo piensas, un niño es la cosa más compleja que jamás hayas traído a casa que no viene con un manual de instrucciones y más instrucciones impresas en la parte inferior. El desafío es que solo podemos transmitir a nuestros hijos las cosas que hemos aprendido. Si nunca aprendiste herramientas verdaderamente útiles para lidiar con la pérdida en tu vida, no tienes información útil para transmitirle a tus hijos.

Considera comprar una copia de «Cuando los Niños Sufren». Este libro te dará esas herramientas, sin importar la edad de tu hijo. Explica cómo hablar con tus hijos de una manera segura y afectuosa sobre cómo lidiar con las pérdidas que experimentan. Abrirá la puerta a una mejor comunicación con tus niños, para que cuando tengan verdaderos problemas, se sientan seguros al acudir a ti en busca de respuestas. Te dará la oportunidad de ser el mejor padre posible. Los niños y los problemas de duelo van de la mano, ¡pero puedes darles las herramientas para hacer de la pérdida algo que puedan manejar mejor!

Una pregunta frecuente se refiere a si los niños y las niñas son diferentes cuando se trata de duelo. Consulta nuestro artículo «¿Los niños y las niñas experimentan el duelo de manera diferente?»